Pintor y grabador español considerado uno de los grandes maestros de la pintura de su país. Marcado por la obra de Velázquez, habría de influir, a su vez, en Edouard Manet, Pablo Picasso y gran parte de la pintura contemporánea. Formado en un ambiente artístico rococó, evolucionó a un estilo personal y creó obras que, como la famosa El 3 de mayo de 1808, los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío (1814, Museo del Prado, Madrid), siguen causando, hoy día, el mismo impacto que en el momento en que fueron realizadas. Goya nació en la pequeña localidad aragonesa de Fuendetodos (cerca de Zaragoza) el 30 de marzo de 1746. Su padre era pintor y dorador de retablos y su madre descendía de una familia de la pequeña nobleza de Aragón. Poco se sabe de su niñez. Asistió a las Escuelas Pías de Zaragoza y comenzó su formación artística a los 14 años, momento en el que entró como aprendiz en el taller de José Luzán, pintor local competente aunque poco conocido, donde Goya pasó cuatro años. En 1763 el joven artista viajó a Madrid, donde esperaba ganar un premio en la Academia de San Fernando (fundada en 1752). Aunque no consiguió el premio deseado, hizo amistad con otro artista aragonés, Francisco Bayeu, pintor de la corte que trabajaba en el estilo académico introducido en España por el pintor alemán Anton Raphael Mengs. Bayeu (con cuya hermana, Josefa, habría de casarse Goya más adelante) tuvo una enorme influencia en la formación temprana de Goya y a él se debe que participara en un encargo importante, los frescos de la iglesia de la Virgen del Pilar en Zaragoza (1771, 1780-1782), y que se instalara más tarde en la corte. En 1771 fue a Italia donde pasó aproximadamente un año. Su actividad durante esa época es relativamente desconocida, se sabe que pasó algunos meses en Roma y también que participó en un concurso de la Academia de Parma en el que logró una mención. A su vuelta a España, alrededor de 1773, se presentó a varios proyectos para la realización de frescos, entre ellos el de la Cartuja de Aula Dei, cerca de Zaragoza, en 1774, donde sus pinturas prefiguran las de sus mejores frescos realizados en la iglesia de San Antonio de la Florida en Madrid, en 1798, fecha en la que comenzó a hacer grabados partiendo de la obra de Velázquez que, junto con la de Rembrandt, sería fuente de inspiración durante toda su vida.
En 1789 Goya fue nombrado pintor de cámara por Carlos IV y en 1799 ascendió a primer pintor de cámara, decisión que le convirtió en el pintor oficial de Palacio. Goya disfrutó de una posición especial en la corte, hecho que determinó que el Museo del Prado de Madrid heredara una parte muy importante de sus obras, entre las que se incluyen los retratos oficiales y los cuadros de historia. Éstos últimos se basan en su experiencia personal de la guerra y trascienden la representación patriótica y heroica para crear una salvaje denuncia de la crueldad humana. Los cartones para tapices que realizó a finales de la década de 1780 y comienzos de la de 1790 fueron muy apreciados por la visión fresca y amable que ofrecen de la vida cotidiana española. Con ellos revolucionó la industria del tapiz que, hasta ese momento, se había limitado a reproducir fielmente las escenas del pintor flamenco del siglo XVII David Teniers. Algunos de los retratos más hermosos que realizó de sus amigos, de personajes de la corte y de la nobleza datan de la década de 1780. Obras como Carlos III de cazador (1786-1788), Los duques de Osuna y sus hijos (1788) ambos en el Museo del Prado de Madrid, o el cuadro la Marquesa de Pontejos (c. 1786, Galería Nacional, Washington) demuestran que en esa época pintaba con un estilo elegante, que en cierto modo recuerda al de su contemporáneo inglés Thomas Gainsborough. Dos de sus cuadros más famosos, obras maestras del Prado, son, La maja desnuda (1800-1803) y La maja vestida (1800-1803). En el invierno de 1792, en una visita al sur de España, Goya contrajo una grave enfermedad que le dejó totalmente sordo y marcó un punto de inflexión en su expresión artística. Entre 1797 y 1799 dibujó y grabó al aguafuerte la primera de sus grandes series de grabados, Los caprichos, en los que, con profunda ironía, satiriza los defectos sociales y las supersticiones de la época. Series posteriores, como los Desastres de la guerra (1810) y los Disparates (1820-1823), presentan comentarios aún más cáusticos sobre los males y locuras de la humanidad.
Los horrores de la guerra dejaron una profunda huella en Goya, que contempló personalmente las batallas entre soldados franceses y ciudadanos españoles durante los años de la ocupación napoleónica. En 1814 realizó El dos de mayo de 1808, la lucha contra los mamelucos y El tres de mayo de 1808, los fusilamientos en la montaña de Príncipe Pío (ambos en el Museo del Prado). Estas pinturas reflejan el horror y dramatismo de las brutales masacres de grupos de españoles desarmados que luchaban en las calles de Madrid contra los soldados franceses. Ambas están pintadas, como muchas de las últimas obras de Goya, con pinceladas de grueso empaste de tonalidades oscuras y con puntos de amarillo y rojo brillante. Sencillez y honestidad directas también se aprecian en los retratos que pintó en la cúspide de su carrera, como Carlos IV con su familia (1800, Museo del Prado), donde se muestra a la familia real sin la idealización habitual. Las célebres Pinturas negras (c. 1820, Museo del Prado) reciben su nombre por su espantoso contenido y no tanto por su colorido y son las obras más sobresalientes de sus últimos años. Originalmente estaban pintadas al fresco en los muros de la casa que Goya poseía en las afueras de Madrid y fueron trasladadas a lienzo en 1873. Destacan, entre ellas, Saturno devorando a un hijo (c. 1821-1823), Aquelarre (escena sabática) (1821-1823). Predominan los tonos negros, marrones y grises y demuestran que su carácter era cada vez más sombrío. Posiblemente se agravó por la opresiva situación política de España por lo que tras la primera etapa absolutista del rey Fernando VII y el Trienio constitucional (1821-1823), decidió exiliarse a Francia en 1824. En Burdeos trabajó la técnica, entonces nueva, de la litografía, con la que realizó una serie de escenas taurinas, que se consideran entre las mejores litografías que se han hecho. Aunque hizo una breve visita a Madrid en 1826, murió dos años más tarde en el exilio, en Burdeos, el 16 de abril de 1828. Goya no dejó herederos artísticos inmediatos, pero su influencia fue muy fuerte en los grabados y en la pintura de mediados del siglo XIX y en el arte del siglo XX.
Fransico de Goya.
La familia de Carlos IV (1801)
Descripción: Óleo sobre lienzo. 280 x 336 cm.
Localización: Museo del Prado. Madrid
Autor: Francisco de Goya
Ferdinand Guillemardet (1800)
Descripción: Óleos obre lienzo. 186 x 124 cm.
Localización: Museo del Louvre. París
Autor: Francisco de Goya
Aníbal contemplando Italia (1770)
Descripción: Óleo sobre lienzo. 33 x 40,5 cm.
Localización: Colección particular. Madrid
Autor: Francisco de Goya
Adoración del nombre de Dios (1772)
Descripción: Fresco. 700 cm × 1500 cm.
Localización: Basílica del Pilar. Zaragoza
Autor: Francisco de Goya
Aquí tampoco (1815)
Descripción: Grabado.
Localización:
Autor: Francisco de Goya
jueves, 14 de julio de 2011
martes, 12 de julio de 2011
El escritor Oscar Wilde
Nació el 16 de octubre de 1854, en Dublín. Hijo de un célebre cirujano irlandes y de una madre escritora. Cursó estudios en el Trinity College de esa ciudad. En su juventud participó en las reuniones literarias que organizaba su madre. Como estudiante en la Universidad de Oxford, destacó en el estudio de los clásicos y escribió poesía; su extenso poema Ravenna ganó el prestigioso premio Newdigate en 1878. Discípulo de Walter Pater y muy influenciado por el pintor Whistler, en 1891 publicó una serie de ensayos (Intenciones) que dieron pie a que se le considerase uno de los máximos representantes del esteticismo, cuyos aspectos más deslumbrantes y exquisitos puso de manifiesto tanto en su obra como en su vida. Oscar Wilde siempre hizo gala de un carácter excéntrico, llevaba el pelo largo y vestía pantalones de montar de terciopelo. Su habitación estaba repleta de objetos de arte y elementos decorativos, como girasoles, plumas de pavo real y porcelanas chinas. Sus actitudes y modales fueron repetidamente ridiculizados en la publicación satírica Punch y en la ópera cómica de Gilbert y Sullivan Paciencia. Su primer libro fue Poemas (1881), y su primera obra teatral, Vera o los nihilistas (1882). Se estableció en Londres y, en 1884, contrajo matrimonio con una mujer irlandesa muy rica, Constance Lloyd, con la que tuvo dos hijos. Desde entonces, se dedicó exclusivamente a la literatura. Wilde quiso hacer de su vida un auténtica obra de arte, fiel a los planteamientos del estetismo finisecular y recogiendo la sensibilidad finamente decadentista de los prerrafaelistas; de ahí su comentario a André Gide: "He puesto todo mi genio en mi vida, y en mis obras sólo he puesto mi talento". Logró así centrar la atención en su carácter extravagante y provocador, en el ingenio de sus convesaciones y en una amoralidad de la que hizo bandera en el conocido episodio final de su proceso y encarcelamiento por homosexualidad.
En 1895, en la cima de su carrera, se convirtió en la figura central del más sonado proceso judicial del siglo. Wilde, que había mantenido una íntima amistad con lord Alfred Douglas, fue acusado por el padre de éste, el marqués de Queensberry, de sodomía. Se le declaró culpable en el juicio, celebrado en mayo de 1895, y, condenado a dos años de trabajos forzados; salió de la prisión arruinado material y espiritualmente. Pasó el resto de su vida en París, bajo el nombre falso de Sebastian Melmoth. Se convirtió al catolicismo el 30 de noviembre de 1900, poco antes de morir de meningitis.
Sus Obras mas importantes:
El retrato de Dorian Gray (su única novela; 1891)
En 1895, en la cima de su carrera, se convirtió en la figura central del más sonado proceso judicial del siglo. Wilde, que había mantenido una íntima amistad con lord Alfred Douglas, fue acusado por el padre de éste, el marqués de Queensberry, de sodomía. Se le declaró culpable en el juicio, celebrado en mayo de 1895, y, condenado a dos años de trabajos forzados; salió de la prisión arruinado material y espiritualmente. Pasó el resto de su vida en París, bajo el nombre falso de Sebastian Melmoth. Se convirtió al catolicismo el 30 de noviembre de 1900, poco antes de morir de meningitis.
Sus Obras mas importantes:
Obras
El retrato de Dorian Gray (su única novela; 1891)
- El crimen de lord Arthur Saville y otras historias (1891):
- El crimen de lord Arthur Saville
- El fantasma de Canterville
- La esfinge sin secreto
- El modelo millonario
- El retrato del Sr. W. H.
- De profundis (1905)
- Teleny o El reverso de la medalla (1893); atribuido a él, aunque fue más un esfuerzo conjunto de varios amigos suyos que él pudo haber editado.
Cuentos
- El príncipe feliz y otros cuentos (1888):
- El príncipe feliz
- El ruiseñor y la rosa
- El Fantasma de Canterville
- El gigante egoísta
- El amigo fiel
- El famoso cohete
- Una casa de granadas (1892):
- El joven rey
- El cumpleaños de la infanta
- El pescador y su alma
- El niño estrella
[editar]Ensayos
- Intenciones (1891):
- La decadencia de la mentira
- Pluma, lápiz y veneno
- El crítico artista
- La verdad sobre las máscaras
- El alma del hombre bajo el socialismo (1891–1904)
- Frases y filosofías para uso de la juventud (1894)
- Algunas máximas para la instrucción de los súper-educados (1894)
[editar]Poemas
- Ravenna (1878)
- Poemas en prosa (1881)
- La esfinge (1894)
- Balada de la Cárcel de Reading (1898)
]Obras de teatro
- Vera o los nihilistas (1880)
- La duquesa de Padua (1883)
- El abanico de Lady Windermere (1892)
- Una mujer sin importancia (1893)
- Salomé (1894)
- Un marido ideal (1895)
- La importancia de llamarse Ernesto (1895)
EL CEREBRO MUSICAL.
Eduardo Gutiérrez-Rivas
Músico y neurólogo
Servicio de Neurología. Hospital Universitario “12 de Octubre”. Facultad de Medicina de las Universidad Complutense de Madrid.
La música constituye un arte que se ha demostrado guarda unas relaciones muy importantes con el cerebro y muchas de sus funciones. El campo de los conocimientos de la actividad cerebral relacionada con la música es enorme. En esta charla se van a tratar sólo algunos aspectos concretos, como ejemplo de las relaciones entre el cerebro y la música.
Música y comportamiento.-
Se conoce, desde hace mucho, que la música influye en el comportamiento animal. La sabiduría popular dice que la música amansa a las fieras. Es conocido el efecto que la música tiene en la productividad de algunos animales. Los animales que oyen música clásica, aumentan su rendimiento: así, se usa un ambiente con música para aumentar el número de huevos de las gallinas ponedoras, o la cantidad de leche de vacas lecheras estabuladas.
Música y aprendizaje.-
También incluye la música en el rendimiento intelectual de las personas. El denominado “efecto Mozart” se debe al efecto que produce escuchar una determinada música (concretamente, la sonata para dos pianos de Mozart) en el rendimiento de unos exámenes. En este trabajo, Rausher y Shaw (1993) comparan los resultados de los exámenes de varios grupos de alumnos a los que se les hace oír esta sonata de Mozart, frente a otro tipo de música (que puede denominarse “relajante”) o, que han estado ese tiempo en silencio. Posteriormente, cambian los grupos, y siempre obtienen mejores notas los que han oído la música de Mozart. Por extensión, se llama también “efecto Mozart” a la influencia de la música en el comportamiento humano.
Una demostración de la utilidad de la música en la adquisición de conocimientos es el trabajo de Steele (1999). En una clase de un colegio dividen a los alumnos, de 3-4 años de edad, en 4 grupos: una al que le dan clases para aprender a tocar el piano; otro en el que les enseñan a cantar; al tercer grupo les dan clases de informática; al último grupo, no le dan clases extra. Al cabo de 8 meses, los niños que han recibido clases de piano tienen un mejor rendimiento en cuestiones de reconocimiento visuo-espacial, construyen mejor y más rápidamente rompecabezas y tienen un razonamiento mejor que los demás grupos. Otro estudio más reciente demuestra que los niños que han recibido enseñanza musical tienen los ERP (evoked related potentials) cerebrales producidos por el sonido de un violín mucho más amplios que los niños de la misma edad (de 4 a 6 años) que no han recibido clases de música. Esta diferencia en los ERP no se produce si el sonido que lo provoca no es musical.
Cabe concluir que estudiar música y aprender a tocar un instrumento, desde los primeros años de la vida, mejora el rendimiento cerebral y facilita la adquisición de importantes funciones cognitivas. Si nuestros políticos fueran más avispados, incluirían el estudio de la música desde los primeros años de la escolarización.
Música y plasticidad cerebral.-
Juan Sebastián Bach escribió un método para aprender a tocar el clave, que lleva por título “El clave bien temperado”. Similarmente, Perret y Fox han publicado un libro cuyo título es un remedo del del libro de Bach: “La mente bien temperada”. En este magnífico libro, además de repasar las experiencias que demuestran la gran ayuda que supone la música para el aprendizaje de cualquier materia en los niños, inciden en la influencia de la música en la plasticidad cerebral.
Para entender lo que es la plasticidad cerebral hay que conocer algo del funcionamiento del cerebro. El este órgano, cada neurona trasmite un poco información. Si el cerebro es capaz de desarrollar tantas funciones se debe a que existen muchos millones de neuronas que funcionan de forma coordinada y que se relacionan, cada una de ellas, con varios cientos de neuronas. Así una función tan compleja como reconocer una cara y ponerle nombre y saber si es amigo o pariente, es un proceso que se lleva a cabo en cuestión de milisegundos. El cerebro funciona como una central telefónica. Existe una línea desde la central a la casa de cada abonado; pero en la central se puede conectar la línea de cada abonado con la de cualquier otro. De esta forma, un abonado, que sólo tiene una línea telefónica, es capaz de hablar con millones de personas, gracias a las conexiones de la central telefónica. La adecuación de las conexiones de la central telefónica a las necesidades de los abonados se llama plasticidad. En el cerebro, un estímulo provoca una respuesta, debido a la excitabilidad de las neuronas. Con los estímulos repetidos, se producen transformaciones funcionales.
Podemos imaginar el cerebro humano como un gran hotel recién construido, como el Hotel Sheraton, de Río de Janeiro, o un edificio como las Torres Petronas, de Singapur. Una vez construido el edificio, hay que habitarlo. A medida que una persona entra en el hotel, comienza a funcionar el hall; si coge un ascensor, éste se vuelve útil; el cliente entra en una habitación y, a partir de ese momento, la habitación está conectada con el pasillo..., y así sucesivamente. A medida que vamos utilizando el cerebro, se van abriendo las conexiones entre las neuronas y se va adecuando nuestro cerebro a los estímulos que se han recibido.
Esta plasticidad queda elegantemente demostrada en un magnífico trabajo de Valverde. Coge ratones recién nacidos y los mantiene en oscuridad absoluta durante semanas; a otro grupo los mantiene en oscuridad menos tiempo, y luego los expone al efecto de la luz. Estudiando las neuronas apicales de la capa V de la corteza visual, comprueba que las espinas de las dendritas de estas neuronas aumentan en número cuando los animales reciben estímulos luminosos y, además, que la estimulación visual precoz aumenta el número de estas dendritas. Esto indica que se establecen conexiones o, mejor aún, que conexiones que existen, pero no se usan, se “abren” con los estímulos luminosos. Demostró también que cuanto antes se realicen los estímulos, más espinas dendríticas se forman, es decir, más conexiones cerebrales se establecen. Esta variación del número de conexiones de la corteza visual es un claro ejemplo de lo que supone la plasticidad cerebral: los cambios funcionales cerebrales se acompañan de un sustrato morfológico.
Aunque no está demostrado anatómicamente, parece bastante claro que la plasticidad cerebral para muchas funciones abstractas mejora con la “exposición” precoz de los humanos a la música. De aquí puede deducirse que los estímulos musicales en niños muy pequeños aumentarán su capacidad de abstracción y, en consecuencia, les hará, en el futuro, más inteligentes en el campo de las matemáticas o la física o cualesquiera otras actividades en las que la abstracción sea necesaria.
La música como arte abstracto.-
Existen muchas definiciones de lo que es el Arte. Para Fernando Zóbel, arte es lo que el artista llama arte. Clásicamente se ha llamado arte a lo bello, a lo que imita a la Naturaleza , a la verdad… Para Aristóteles, el arte completa lo que la Naturaleza no ha podido terminar. Por otra arte, el arte debe ser algo “inútil”, según Ovidio: nada hay más útil que las artes que carecen de utilidad. Benjamín Jonson mantenía que lo bello está muy próximo a lo bueno. Para el poeta Schiller, la verdad es para el sabio, mientras que lo bello es para un corazón sensible… Bello, verdadero, bueno… son todos ellos epítetos de lo que debe ser el arte. La música es un arte, por supuesto, y, además, el arte supremo en la mitología griega: cada actividad artística tenía su musa, mientras que la música surgía del conjunto de todas las musas (de ahí su nombre). La música es el arte más abstracto que se pueda imaginar. Sin la música, la vida sería un error (Nietzsche). La necesidad de un intérprete que trata de reproducir en su instrumento los deseos del compositor, y que goza de unas ciertas libertades, dentro de unos límites, constituye una característica común entre la música y la poesía y el arte dramático: hay mil formas de recitar un poema, de ejecutar una obra teatral o de tocar una obra musical, con la ventaja de que la música no precisa de traductor, ya que es un leguaje universal. ¿Y cuál es la intención del creador de una obra artística? Viene a cuento la anécdota de Alexei von Jawlenski, pintor ruso que emigró a Munich a principios del siglo XX, y que fue uno de los creadores del llamado “expresionismo alemán”, preámbulo inmediato de la pintura abstracta; durante una de las grandes guerras, se vio obligado a huir de Alemania (Rusia era enemiga de Alemania) y vivó en Suiza. Pintaba constantemente el mismo paisaje que se veía desde la ventana de su estudio, del que hay cientos de versiones y que se titula “El camino”. Un día decidió dejar de pintarlo porque, según explicó, ya había logrado su propósito, que era “no pintar lo que veo, sino lo que siento”.
Preguntas sobre la relación entre el cerebro y la música.-
Existen muchas incógnitas sobre las funciones musicales cerebrales. Algunas pueden ser las siguientes
¿Cómo se procesa la música en el cerebro?
El cerebro de los músicos ¿es distinto del de los no músicos? ¿Cómo se modifica el cerebro con la música?
¿Por qué hay gente que tiene una clara predisposición para la música mientras otros carecen de aptitudes musicales? ¿Es ésta una función cerebral? ¿Depende de factores genéticos o sólo formativos?
¿Por qué hay individuos con oído absoluto? ¿De qué estructura cerebral depende esta función?
¿Por qué hay fragmentos musicales que suenan bien “a la primera” mientras otras obras suenan mal? ¿Cuál es la base científica de que una determinada música nos produzca melancolía, o tristeza, o nos anime, o nos vuelva agresivos, o nos haga llorar?
En los últimos años existe una preocupación por responder a éstas y otras muchas preguntas, y se están llevando a cabo investigaciones. Aunque no conocemos las respuestas de todas estas cuestiones, poco a poco se van conociendo más y mejor las relaciones entre el cerebro y la música.
Música y cerebro: métodos de estudio.-
Los primeros conocimientos sobre la localización cerebral de las funciones musicales se basaron en pacientes que habían perdido una determinada función musical (lo que se denomina genéricamente como “amusia”), en los que se demostró una determinada lesión cerebral. Esta correlación, que parece sencilla, no lo es tanto, porque para ello es necesario que se cumplan varias condiciones, a saber: 1) que el paciente tuviera previamente unas determinadas habilidades o conocimientos musicales (no se puede evaluar la pérdida de la capacidad de leer una partitura si el paciente no sabía solfeo previamente); 2) la lesión debería ser relativamente pequeña, para que no le impidiera explicar suficientemente sus “síntomas musicales” (una lesión extensa alteraría no sólo las funciones musicales, sino también la comprensión y la emisión del lenguaje, y el paciente no podría relatar al médico su trastorno musical); 3) el médico debe tener conocimientos musicales (si no sabe solfeo, no puede evaluar la capacidad del paciente para leer música). Además, las funciones musicales pueden alterarse de muy diversas formas: la lectura de una partitura, la capacidad para cantar una melodía que se está leyendo en una partitura, la capacidad para cantar una canción aprendida y memorizada, la capacidad para “entonar” la melodía, la capacidad para mantener el ritmo de una música, la capacidad de “entender” o “reconocer” una determinada obra musical y tararearla mientras se oye, la capacidad de escribir las notas que se oyen, o las procedentes de su imaginación… Por ello, el número de pacientes con alguna variedad de amusia que se han estudiado y publicado es sumamente limitado. En estudios prospectivos sobre pacientes con distintos tipos de amusias, se ha llegado a la conclusión de que la localización cerebral del procesamiento musical es sumamente difuso.
Otro método de estudio del procesamiento cerebral de la música se lleva a cabo con métodos neurorradiológicos funcionales: la resonancia funcional o la tomografía por emisión de positrones. Ambos métodos se basan en el aumento del consumo de oxígeno o glucosa en las áreas cerebrales que intervienen en el procesamiento de la música. El problema de estos métodos es no sólo que no están al alcance de los médicos clínicos que quieren estudiar una trastorno musical, sino, sobre todo, que el camino que sigue la música en el cerebro es muy complejo: la melodía de una canción, por poner un ejemplo, se procesa por vías anatómicas distintas de las que procesan la letra de la canción, y diferentes de los sistemas que se usan para el ritmo o la armonía; el “timbre” o característica que nos permite diferenciar una nota emitida por un piano de la misma nota emitida por una trompeta, es un componente esencial de la música que “viaja” por otros caminos; la música genera emociones (tristeza, en una marcha fúnebre, energía, en una marcha militar, nostalgia, recuerdos, la música evoca momentos, situaciones, lugares, personas… Por ello se dice que el procesamiento cerebral de la música es un fenómeno sumamente complejo, donde intervienen aspectos sensoriales (la vía auditiva), cognitivos (como la atención, el aprendizaje o el pensamiento), emocionales (la motivación y los sentimientos), motores (la música es movimiento y hasta los niños más pequeño se mueven al compás de la música), y mnésticos (la memoria inmediata es necesaria para que un a melodía tenga sentido, la memoria remota nos indica si se ha oído con anterioridad esta obra y qué recuerdos nos trae, y la memoria verbal, para la letra de las canciones). Aunque la música es esencialmente sonido y llega al cerebro por la vía auditiva, hasta la corteza auditiva primaria y las áreas de asociación, llega también a la corteza frontal, donde reside la atención y el control programado de las emociones, y al sistema límbico, donde produce las emociones más primarias; además, la vibración de la obra musical llega al cerebro a través de las aferencias táctiles, por las vías sensitivas.
Por lo que sabemos, el hemisferio izquierdo procesa el lenguaje, la lógica, las matemáticas, el ritmo; en este hemisferio radica la comprensión de la letra de una canción y de su ritmo. En el hemisferio derecho se procesa la información espacial y emocional; aquí reside el procesamiento del tono (afinación), de la armonía, del volumen y del timbre. Las lesiones en este hemisferio no permiten disfrutar ni emocionarse con la música, ni tampoco cantar. Sin embargo, para reconocer o distinguir modificaciones en el ritmo o en el fraseo, es preciso que funcionen los dos hemisferios cerebrales.
El oído absoluto.-
Se llama oído absoluto a la capacidad de algunas personas para reconocer un sonido musical (una sola nota) y ponerle nombre, sin ninguna referencia previa; se extiende esta denominación a la capacidad para reconocer un intervalo entre dos notas. Es como si tuviera el cerebro “afinado”. Este fenómeno ha atraído el interés de muchos investigadores, sin que se hayan llegado a conclusiones definitivas. Se acepta que se nace con oído absoluto (al parecer, se hereda), pero que es necesario utilizar esta función para que se conserve. En cuanto a su localización, se cree que se localiza en la porción posterior del giro temporal derecho, ya que, entre las personas con oído absoluto, existe una mayor asimetría de esta región que entre quienes no lo tienen. También existe una cierta asimetría de esta región entre músicos y no músicos, así que se especula con la posibilidad de que pueda desarrollarse más con el “entrenamiento” musical.
Música y emoción.-
Se ha demostrado que la música que “suena bien” activa de forma diferente las áreas corticales paralímbicas (región órbito-frontal y para-hipocámpica) que la música que “no suela bien”. Aunque este hecho requiere una interpretación cuidadosa, puesto que depende de la educación musical del oyente. Naturalmente, no produce la misma emoción la música de discoteca que la sinfonía “Pastoral” de Beethoven.
La música como terapia.-
Existen pruebas fehacientes de que escuchar música puede favorecer el tratamiento de determinadas enfermedades. Así, los niños con síndrome de Gilles de la Tourette tienen muchísimos menos tics cuando están oyendo música; los niñas autistas responden mejor a estímulos musicales que al muchos otros; con música mejoran los pacientes con parálisis cerebral; en la enfermedad de Parkinson la música disminuye la rigidez, hasta el punto de que algunos pacientes inválidos son capaces de tocar relajadamente el piano; escuchar regularmente música “clásica” disminuye la frecuencia de las jaquecas; con música disminuyen las necesidades de analgésicos en el período postoperatorio. Por ello se está utilizando como parte del arsenal terapéutico en diversas enfermedades.
Conclusión.-
La interacción música-sistema nervioso es compleja y amplia. Existen muchos aspectos no conocidos. La música es sumamente útil para mejorar el aprendizaje en los niños, así como para el tratamiento de diversos procesos patológicos.
LA INFLUENCIA DEL ARTE EN LA VIDA
Este articulo es tomado del órgano de estudiantes de la Universidad de Chile.
LA INFLUENCIA DEL ARTE EN LA VIDA
Se ha hecho célebre ya aquella frase que dice: “prefiero a los hombres que hablan como libros, los libros que hablan como hombres”, o sea la máxima en que se ha concretado al mismo tiempo que un ideal de naturalidad en la concepción literaria, una norma moral que se puede aplicar —aún cuando sea negativa—a muy diversas situaciones de nuestra existencia. Goethe, en cambio, poniendo casi en oposición el arte y la vida, haciendo saber que aquél supeditaba a ésta aunque se beneficiara de sus veneros de innegable belleza, brinda un ideal totalmente contrario y sin duda no desprovisto de toda base en la realidad. ¿Qué hay en el fondo? ¿Buscaremos en el arte la naturaleza, haciéndola superior a él, o por el contrario—Wilde—atribuiremos alas cosas naturales el designio de imitar las concepciones artísticas del hombre?… Laestética es hasta ahora sólo un conjunto de problemas históricamente trabados. Desde Platón hasta Croce todo esfuerzo para dilucidarlos es muy meritorio, sin duda, muy digno de ser tenido en cuenta, pero no el comienzo de las soluciones que esperamos con tanto y tan sostenido interés. Hay personas que a cada paso, como de una maldición trascendental, huyen y tratan de hacer huir a las demás de facultar a la literatura y al arte en general para adquirir una excesiva influencia en la vida. Más claro, hay quines estiman que es un defecto “hablar como un libro”. Otras, entre tanto, creerán que es preciso dar a la vida una idealidad de que ella en si misma carece, un objetivo trascendente que no le encuentran.La incredulidad religiosa moderna ha hecho en gran parte nacer estas ideas, y quienes las sienten tratarán de que todo se produzca “como en los libros”, es decir de modo semejante a lo que es materia de literatura, de arte. Para abreviar, llamaremos a los primeros naturalistas y esteticistas a los segundos, dando por sentado—con Goethe—que el arte no es lavida, al menos como tal, sin deformaciones o transformaciones debidas al espíritu del hombre. El ideal del naturalista será que las creaciones artísticas reconozcan por entero el dominio de la naturaleza, sin atenuantes, en todos sus aspectos. La influencia del espíritu cultivado del individuo, será o deberá ser para un naturalista mínima en todo lo que de arte tal hombre produzca; y en realidad, un naturalista a outrance—si quisiéramos llevar los términos de nuestra proposición al absurdo lógico—tendría que repudiar por entero todo arte, llevado de su afán de hacer predominar sobre todo lanaturaleza, es decir lo espontáneo y no artístico por excelencia . ¿Quién no conoce a algún naturista de estos que tratamos? Casi siempre se les oye pontificar en los tranvías y en los comedores, de sobremesa; sobre los valores literarios, pictóricos, etcétera, destrozándolos con menos piedad que un crítico mal humorado. El ideal del esteticista será, encambio, apoyado en una amplia visión de la cultura, aplicar a todo aquello sobre que el hombre tiene dominio la influenciadel intelecto y de la sensibilidad humanos. Un esteticista querrá, por ejemplo, que nadie olvide que antes de nosotros han vivido incontables generaciones de individuos contribuyendo pacienzudamente a crear inapreciables productos de inteligencia, de sentimiento, que todos juntos, vienen a formar en el presente la cultura. Un esteticista querrá, asimismo, que no se olvide a la razón, que se la haga adquirir mayor influjo sobre la acción vital de cada ser, armónicamente amalgamada a las fuerzas sentimentales que es necesario educar y potenciar como conviene. Sin duda el ideal delesteticista es más difícil, o simplemente difícil porque el del naturalista es difícil de realizar, porque el del naturalista es elemental y primario y llegar a él es sólo, en último término, no perder a ninguna edad de la existencia algo del “joli nature” que alababan las marquesas versallescas a los salvajes antillanos llevados a Francia en el siglo XVIII, cuando Rousseau triunfaba con su ideal ya muerto del retorno de la virginidad natural en el seno de lo no civilizado. Ese aspecto que interesaba por lo pintoresco a las lindas mujeres de la corte gala dormita en los sótanos de nuestro espíritu de hombres del siglo XX en mayor o menor grado, más o menos aterido por las corrientes de nuestra educación.
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